Hermanito querido, hoy fuiste
noticia por tus pies descalzos…
Todo el país se conmovió y
revolucionó por esa inocente imagen donde, con orgullo, portabas la bandera argentina,
bandera que te fuera impuesta por quienes un día llegamos a tus tierras, las
tomamos y quisimos obligarte a ver el mundo con nuestros ojos, cambiamos tus
dioses, te obligamos a adoptar nuestras costumbres, pretendimos “domesticarte”
usando los recursos más viles…
Pasaron los siglos y aún hoy seguimos
sin comprender por qué seguís negándote al “progreso”, y nos escandalizamos al
ver tu manera simple de honrar a Tupá, de conectarte con la madre tierra, con
los animales y las plantas. Conocés -como pocos- los secretos de la selva, la hoja
que cura, el veneno que mata, el panal escondido, sabés cultivar la tierra sin
maltratarla, caminás por el monte sin perderte, escuchás el rumor de la selva
que dicta el nombre de tus hijos, pero tenés que ponerles también un nombre “cristiano”
para que puedan pertenecer al mundo que te robamos.
Nos autoproclamamos sabedores de
todas las verdades, y cuantas más verdades “descubrimos”, más preguntas
tenemos, en cambio vos, hermanito, vivís la vida sin preguntar, sólo existiendo,
aprendiendo y honrando el conocimiento de tus antepasados.
Te impusimos un idioma, una
bandera, un dios. Te obligamos a usar ropas y calzados, a vivir en casas “decentes”,
rompimos la magia de tus montes, saqueamos sus riquezas, huyeron los pocos
animales que sobrevivieron a nuestra codicia y hoy tenés que subsistir a
orillas de las rutas o en suburbios de ciudades, mendigando y olvidando
lentamente tus orígenes…
Y después nos golpeamos el pecho
ante tu desdichado destino!
Quién es el salvaje entonces?
Hoy honro tus pies descalzos!
Hoy me cuesta mirarte a los ojos,
y sólo puedo decirte: perdón hermanito, a nosotros, los “blanquitos”, también
nos gusta andar descalzos!
©Jenny Wasiuk
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