El atardecer pinta de rojos y naranjas un cielo rabiosamente perfecto, anunciando la llegada incontenible de la noche y mis cavilaciones, la oscuridad y mis desvelos, las estrellas y mis penas titilando.
Salgo a la vereda con termo y mate en una mano y un sillón en la otra. Me siento a mirar y a dejarme mirar. Siempre pasa lo mismo. La gente pasa, mira sin ver, aleja la mirada y la vuelve automáticamente otra vez. Será que es tan visible la melancolía?
El eco de ese pensamiento se expande y me invade, los recuerdos se disparan, van y vuelven, giran y levantan las hojas que el otoño sacrificó, me acarician y a la vez abren una que otra cicatriz con su infalible filo.
Un escalofrío comienza en aquel invierno lluvioso y
lejano del primer beso y culmina en otro invierno, un año atrás, en que un día
como hoy amanecía por última vez junto a su piel ardiente. De golpe siento
frío. Mucho frío.
Sacudo la nostalgia. El mate se heló. Las nubes se
agolparon y comienza a caer una fina llovizna. El aroma a tierra mojada, a
invierno en puerta, a tibias sábanas precipita más recuerdos.
Vuelvo casi corriendo a la casa, tan vacía como mi
alma. Abro la puerta y una sombra se escurre en la penumbra, toma el pasillo y
va hacia mi antigua habitación. Voy tras ella sin encender las luces. Al final
del pasillo me detengo y miro a la derecha. Ahí está, en el borde de la ventana
a punto de escabullirse entre las rejas.
Nos miramos largo rato. Siempre viene a recorrer los
rincones donde alguna vez compartimos tanta vida. Comienza a escurrirse,
lentamente, como no queriendo irse, pero sabiendo que no hay a qué quedarse. Ya
no está la cama donde alguna vez retozara incontrolable, ni están los muebles
donde amontonara sus venturas. Ya no hay resquicios oscuros donde ocultarse y
seguir rondándome. Y nos separa tanta herida que a estas alturas nada es igual.
Termina de irse. Cierro la ventana, salgo y cierro
la puerta también. Me acurruco en la pequeña cama de mi nueva habitación y, por
primera vez en mucho tiempo, me quedo dormida de inmediato.
Mañana será otro día. Un nuevo día. El vacío seguirá
estando, pero la sombra...
© Jenny Wasiuk – Posadas - 10/06/2016
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