
Doble bien el papel,
-preferentemente manuscrito-
y colóquelo en el fondo de una taza.
Vierta sobre él sueños hirviendo
a los que habrá agregado
gotitas de rocío
y un poco de imaginación.
Deje reposar un rato
hasta que comiencen a flotar
algunas metáforas en forma de hilo flojo…
(Si es un poema de amor,
puede agregarle unas gotitas de limón
para no empalagarse;
si es de desamor,
endúlcelo para no agriarse.)
Cuando esté tibio
bébalo despacio,
pero de una sola vez.
Si siente un leve ardor en la garganta
es porque el poema
ha logrado su objetivo.
© Jenny Wasiuk